Cuando tu vida se va plagando de ausencias demasiado pronto has de
esforzarte por no perder los rostros y las voces en la bruma del recuerdo. Las
fotos no bastan. Hay que concentrarse en rescatar del olvido momentos que
pueden estar a punto de perderse. Dicen que olvidar es una actividad saludable
del cerebro, pero ¿y si uno teme perder lo poco que la memoria conserva?
Ante todo se trata de recuperar el recuerdo
de Manuel, su esposa y sus hijos, antes de que el tiempo lo desvanezca todo. Elvira
Lindo lo hace apoyada en recuerdos moldeados por la ficción, con una mezcla de
impudor y respeto, como dice ella misma.
En esta novela se recrean momentos de la vida
de la autora junto a sus padres y hermanos. Todo se centra en la pareja de
progenitores, de manera especial en el padre, así como en la niñez y
adolescencia de la autora, y secundariamente de sus dos hermanos y su hermana.
Adivino una huida a profundizar en el territorio de los hermanos, ya que podría
resultar comprometedor. Siente mayor libertad para hablar de los padres y de
ella misma.
En los últimos tiempos la literatura española
se viene liberando de una suerte de corsé que tradicionalmente ha reprimido la
intimidad explícita en sus textos. Hace unos meses yo escribía en este blog
sobre Ordesa de Manuel Vilas, ejemplo claro de dicha liberación.
Realmente no sé si esto es solo una cuestión
exclusiva de nuestro país: creo que este rechazo a relatar lo más personal no
es tanto una cuestión geográfica como individual. Aunque probablemente sea
cierto lo que defienden muchos teóricos, que la intimidad en literatura se ha
convertido ahora en un género frecuente.
De alguna manera este libro constituye un
viaje hacia el interior de cada uno de nosotros, porque podemos recorrer mucha
parte de nuestro mundo familiar y emocional mientras leemos estas páginas, y
quizás mucho más después de cerrarlas.
Además, detrás de las evocaciones de esta
escritora, que ya ha superado los cincuenta, realizamos indudablemente un viaje
a la historia reciente de España, así vemos que sus padres crecieron y se
forjaron durante la Dictadura y los hijos lo hicieron durante la Transición. Este
hecho marca unas diferencias más profundas que las propiamente generacionales.
Los lectores que, al igual que la autora, hemos rebasado ya la cincuentena vemos
un reflejo de nuestras vidas en lo que se relata.
Constituían una familia de clase media alta
representativa del momento, con una madre característica de los cincuenta, o
sea, educada para seguir los designios del marido y ocuparse de la casa y de
los hijos. Pero también vemos a una madre que se rebela a su manera contra la
sumisión, lo que tampoco era raro . Estas situaciones frecuentes entre muchas parejas solían acarrear
tensiones que los hijos
sufrían porque nadie les explicaba lo que estaba sucediendo. Seguro que muchos
desarreglos emocionales de los adultos de hoy encuentran su origen en estos
episodios: hay cosas que uno no olvida.
El tiempo que se afana en su labor de aliviar el dolor no cura las
heridas, las almacena y las devuelve el día menos pensado.
Esta idea subyacía también en Lluvia fina, de Luis Landero, que se
comentaba hace unos meses en este blog.
Manuel y su esposa fueron de aquellos padres
que les tocó sufrir el franquismo en la vida de cada día, ellos se habían
quedado aquí, no integraban el grupo épico del exilio, era también una cuestión
de edad: aprendieron a vivir con la dictadura. La política, sin embargo, no
tiene mucha entidad en el libro, porque no la tenía entonces en nuestras casas.
Luego la traerían los hijos militando de forma más o menos clandestina en
partidos de izquierda.
Esos hijos empezaron a relacionarse con otros
jóvenes de manera muy diferente a como lo habían hecho sus progenitores, que asistían
asombrados al despegue de la libertad sexual de la que por cierto, de alguna
manera, se beneficiaron muchos padres, las madres menos.
Fueron padres que no habían realizado
estudios superiores, pero que llevaron a sus hijos a la universidad, padres
–aunque aquí no fuera el caso - que sufrieron la droga en el cuerpo de sus
hijos. Unos padres que aspiraban a una España nueva sin conexión con aquella
previa a la guerra.
Muchas vivencias, hechos políticos, detalles
cotidianos que viví han emergido con esta lectura, que se cierra en un episodio
emocionante.