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viernes, 29 de enero de 2021

La otra isla

 




2020

Leer este libro ha sido como zambullirme en un  mar de memoria. Buceaba algo inquieta, eso sí; me metía en pequeños rincones, pero no veía bien, tenía que acostumbrarme a la falta de luz de ese fondo marino.

Esta novela al comienzo me generaba desazón porque no aprehendía bien aquel manojo de historias. Me faltaba iluminación, y esta fue llegando poco a poco según pasaba páginas.

No siempre los hechos se muestran claros, en ocasiones una nebulosa cubre lo que acontece y hasta la fantasía se disfraza de verdad.

La novela no se ofrece neta, el lector tiene que pelearse con las palabras para encontrar un hilo. Esto supone un reto que se ve recompensado porque el que lee también encuentra su propio hilo.

En La otra isla vamos y venimos durante treinta años por las entretelas de unas mujeres que vadean la vida dentro y fuera de Cuba.

Silvia Herrero de Tejada nos adentra –sin afán totalizador- en la memoria de las gemelas Larralde, Letty y Mirta; de Lara, la hija de esta última y, al fondo nos deja escuchar el eco de Gertrudis Gómez de Avellaneda, su tía Tula, la escritora romántica que, de manera injusta, no aparece en los programas escolares.

Un nudo fuerte amarra a estas cuatro mujeres: Cuba, que las envuelve con su luz y su sombra. Todas sufren el problema de la identidad rota. Unas nacieron allí y se vieron abocadas a salir, otra no nació allí y tuvo que acercarse a la isla para buscarse.

El título La otra isla encierra varios significados: un programa de radio en Miami hecho por cubanos, la propia ciudad norteamericana asilo de multitud de emigrantes isleños. Pero también se refiere a las islas que son cada una de estas mujeres, que viven separadas y a la vez formando un grupo, unido  por una energía que ellas mismas transmiten y generan.

En el relato los hombres parecen estar excluidos de este universo de mujeres; salvo el cubano Omar. En esa familia no parecían fiarse demasiado de ellos. Compartían la idea de la tía Tula de que no existía la igualdad de sexos, porque el femenino era muy superior.

Aventura, fantasía, espionaje, política y romanticismo se hacen uno en el libro.

Un tesoro que la familia dejó al partir, mujeres que pueden hacerlo todo por amor, el miedo a volver, la necesidad de derramarse en la isla caribeña. Las revoluciones: la de Castro y la de estas mujeres.

Se pregunta Lara: ¿De verdad pretendía que yo, así como así, marchara en busca del tesoro perdido de una escritora decimonónica, custodiado por fantasmas? ¿Cuando, todo el mundo sabe, que ni los tesoros ni los fantasmas generalmente existen?

Sí, eso era lo que quería exactamente su madre.

Un cubano jamás se va a desprender de su isla. Incluso la transmiten a hijos que no han nacido allí.

 

 

 

 

 


viernes, 15 de enero de 2021

Rewind


                                                                                2020

 

 […] y me dirigí al lavabo del fondo, el pequeño. Esa es la irrisoria y única razón por la que ahora estoy vivo: mis ganas de hacer pis.

Cuando leí esto en la segunda página de Rewind sentí un extraño vértigo, porque siempre me ha cautivado la idea de que una decisión aparentemente insignificante, como esta que se plasma en el libro, pueda hacerse determinante para la vida de una persona. La realidad muchas veces no te deja comprobar la fragilidad de la existencia; sin embargo, la literatura sí te permite husmear, desmenuzar, examinar un camino vital como si estuviéramos en un laboratorio.

Juan Tallón, el autor, hurga y nos hace hurgar en el equilibrio inestable en el que se organiza una vida, que en unas décimas de segundo puede desbaratarse, porque se halla siempre cosida con un hilo finísimo, que en cualquier momento puede quebrarse.

Dividida en seis partes, Rewind va exhibiendo las atroces consecuencias de la explosión en un piso de la rue Romarin de Lyon. Allí vivían cuatro estudiantes de distintas nacionalidades europeas.

En la primera parte  Paul, uno de los inquilinos, nos narra su experiencia en el momento de la explosión, cuando el azar lo colocó alejado del epicentro del infortunio.

Meé y entonces ya no tuve ocasión de nada más. Me cuesta recordar con precisión ese instante, cuando todo se desintegró y se volvió irreal.

El testimonio de Paul inocula desazón en el lector, nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad. Qué bien queda plasmada en el texto la atmósfera irreal de ese momento: el silencio lastimoso, la honda oscuridad y la noción de tiempo rota.

La novela podría haber sido el relato de un instante, un instante cegador, como cuando te deslumbran con una potente luz y tienes que esperar minutos hasta recolocar el escenario que tienes enfrente.

Pero Tallón ha querido ir más allá, ha querido mostrar todo lo que las familias y amigos de los jóvenes han padecido. Cuando, no hacía falta, te lo puedes imaginar aunque no lo hayas sufrido o no lo hayas visto soportar a otros.

En los siguientes fragmentos, pues, Tallón descubre las revelaciones del padre de Emma, otra de las ocupantes de la casa; de la quiosquera amiga de los jóvenes; de Gianna, hermana de Luca, el estudiante italiano; de Violette, la médica que acudió la primera al siniestro. Y termina la serie con una nueva intervención de Paul, del otro Paul, el que había surgido tras la catástrofe.

Cada una de esas manifestaciones son muestras de la pérdida, del desamparo y de la devastación que la explosión ha sembrado en víctimas y allegados. Todo bastante previsible, en alguna ocasión pueden incluso resultar excesivo.

Precisamente la previsibilidad resta fuerza a ese primer impacto que produce un hecho tan brutal y tan injusto.

Yo me quedaría con el primero y con el último con Paul como protagonista.

Es llamativo cómo, en aquellos instantes, tan dramáticos, no me pregunté ni durante un segundo qué había pasado. Ni se me ocurrió.

Tras esta confesión del muchacho, me doy cuenta que a mí tampoco se me había ocurrido pensar qué o quién había causado aquello. Sin embargo Tallón se ha empeñado en hacerlo. Entonces, sobre las páginas de esta novela proyecta un segundo relato, el del terrorismo islámico, que se yergue como responsable. Podría haber prescindido de esos retazos narrativos que van dibujando la autoría porque restan intensidad a Rewind.

Lo entero se convirtió en roto, lo grande en minúsculo, lo pequeño en inexistente, lo importante en pérdida, los recuerdos en polvo, el futuro en pasado.

El relato podría haberse quedado ahí, en esa espiral que se tragó a Paul, que lo regurgitó más tarde como alguien distinto.

Tallón ha acumulado eventos, y con eso ha quitado fuerza al impacto, a la conmoción del hecho primero, tan demoledor.