Leer
este libro ha sido como zambullirme en un mar de memoria. Buceaba algo inquieta, eso sí;
me metía en pequeños rincones, pero no veía bien, tenía que acostumbrarme a la
falta de luz de ese fondo marino.
Esta novela
al comienzo me generaba desazón porque no aprehendía bien aquel manojo de
historias. Me faltaba iluminación, y esta fue llegando poco a poco según pasaba
páginas.
No
siempre los hechos se muestran claros, en ocasiones una nebulosa cubre lo que
acontece y hasta la fantasía se disfraza de verdad.
La
novela no se ofrece neta, el lector tiene que pelearse con las palabras para
encontrar un hilo. Esto supone un reto que se ve recompensado porque el que lee
también encuentra su propio hilo.
En La otra isla vamos y venimos durante
treinta años por las entretelas de unas mujeres que vadean la vida dentro y fuera de Cuba.
Silvia
Herrero de Tejada nos adentra –sin afán totalizador- en la memoria de las
gemelas Larralde, Letty y Mirta; de Lara, la hija de esta última y, al fondo nos
deja escuchar el eco de Gertrudis Gómez de Avellaneda, su tía Tula, la
escritora romántica que, de manera injusta, no aparece en los programas escolares.
Un nudo
fuerte amarra a estas cuatro mujeres: Cuba, que las envuelve con su luz y su
sombra. Todas sufren el problema de la identidad rota. Unas nacieron allí y se
vieron abocadas a salir, otra no nació allí y tuvo que acercarse a la isla para
buscarse.
El
título La otra isla encierra varios
significados: un programa de radio en Miami hecho por cubanos, la propia ciudad
norteamericana asilo de multitud de emigrantes isleños. Pero también se refiere
a las islas que son cada una de estas mujeres, que viven separadas y a la vez
formando un grupo, unido por una energía
que ellas mismas transmiten y generan.
En el
relato los hombres parecen estar excluidos de este universo de mujeres; salvo el
cubano Omar. En esa familia no parecían fiarse demasiado de ellos. Compartían
la idea de la tía Tula de que no existía la igualdad de sexos, porque el
femenino era muy superior.
Aventura,
fantasía, espionaje, política y romanticismo se hacen uno en el libro.
Un tesoro que la familia dejó al partir, mujeres que pueden hacerlo todo por amor, el miedo a volver, la necesidad de derramarse en la isla caribeña. Las revoluciones: la de Castro y la de estas mujeres.
Se pregunta Lara: ¿De verdad pretendía que yo, así como así, marchara en busca del tesoro perdido de una escritora decimonónica, custodiado por fantasmas? ¿Cuando, todo el mundo sabe, que ni los tesoros ni los fantasmas generalmente existen?
Sí, eso era lo que quería exactamente su madre.
Un cubano jamás se va a desprender de su isla. Incluso la transmiten a
hijos que no han nacido allí.
Mercedes, me han entrado ganas de leerla, con tus palabras acertadas despiertas el interés por su lectura!!, gracias amiga
ResponderEliminarTambién me han entrado ganas de leerla. Es una reseña preciosa
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