Comienza la novela con un
acta fechada el 21 de junio de 1922 en Moscú, que corresponde a la
“Comparecencia del conde Aleksandr Ilich Rostov ante el comité de emergencia
del comisariado político de asuntos internos”. Para mayor verosimilitud el
documento aparece con una tipografía distinta a la del resto del libro. Se
condena al conde Rostov a una pena de confinamiento en el hotel Metropol, donde
ha vivido los últimos años.
Asegura el escrito que merecería
una condena a muerte porque “ha sucumbido a las corrupciones de su clase”. Pero
tiene defensores entre los estamentos superiores del partido que lo consideran
uno de los héroes de la causa prerrevolucionaria por un poema que escribió en
1913. El azar lo ha salvado, porque ya veremos lo que el propio Rostov nos dice
sobre ese poema.
“Pero no se confunda: si
vuelve a poner un pie fuera del Metropol, será ejecutado. Siguiente caso.” Así
finaliza la nota y así comienza la historia de los 32 años que el conde Rostov
pasó en este edificio singular. Supone un arranque muy sugerente.
Condenado a la reclusión él
mismo se compara con Edmundo Dantes, Cervantes o Napoleón. Es como Robinson
Crusoe, se crea un mundo. “Tras renunciar
a los sueños de un rescate rápido, los robinsones del mundo real buscan cobijo
y una fuente de agua potable, aprenden a hacer fuego con pedernal, estudian la
topografía de la isla, su clima, su flora y su fauna y, mientras tanto, vigilan
el horizonte por si ven aparecer velas en él y buscan huellas en la arena.”
Ese será su propósito en el hotel: adaptarse a las nuevas circunstancias, y lo
hace sin perder su refinada formación, su perspicacia, su inteligencia, su ternura, su conocimiento del alma humana.
Lo obligan a abandonar la
suite de la que venía disfrutando para enviarlo a una minúscula habitación
abuhardillada unos pisos más arriba. Solo podía escoger unos cuantos de sus
objetos personales, los que cupieran en su
nueva morada. Las descripciones de estos enseres nos hacen participar de
la exquisitez de los diseños y la finura de los materiales. Renuncia a todos
sus libros, conserva solo uno: los Ensayos
de Montaigne.
Su nueva vida se hace de
gestos pausados, no conoce tensión ni agobio. Él ha sabido conservar parte de
su poder económico. Almuerza y cena sofisticados platos en los elegantes
restaurantes del hotel, vedado para tantos compatriotas. Durante una de estas
comidas conoce a Nina, hija de un burócrata ucraniano viudo, que de momento
también vive en el Metropol. Con ella se convertirá en un niño que descubre
hasta los rincones más apartados del gran establecimiento. Esto produce una
sensación placentera comparable a las que generan nuestras incursiones en viejos álbumes de fotos: la
aventura de lo cotidiano
Nina tiene un tesoro, ha
conseguido una llave maestra que les lleva a cualquier recoveco. Nina y Rostov
descubren la lujosa vajilla de Sèvres, que contuvo los manjares de la vieja aristocracia
y que va a acoger las delicias que consuma la nueva élite bolchevique. Observan
agazapados el salón de los exclusivos bailes de ayer que hoy se llena de
reuniones políticas, pero sin que las actitudes personales ni las estrategias de
los participantes hayan cambiado.
El libro
se llena de amigables historias que seducen nuestra curiosidad y nuestra fantasía.
Hay amor y humor, grandes amistades, y no falta la intriga, ni tampoco el esperpento.
¿No es irrisoria la medida populista de despegar las etiquetas de las botellas
de vino para arrancarles su identidad? ¿Qué
mejor metáfora podría encontrar el autor para dibujar lo que tantos han
criticado del poder uniformizador soviético? Towles juega con la ficción y la
historia.
Y llega
Sofía: con pocos años y escasos kilos. ¿Cómo algo tan pequeño puede adquirir
tan grandes dimensiones cuando entra en la asentada vida del conde, que ya lleva 16 años en el
Metropol?
Sofia va a colmar la vida de
este hombre. La niña crece junto a Rostov en el Metropol y se convertirá en una gran pianista.
Él debe planear algo para
ella.
¡Cómo puede haber tanta
vida, tantas historias, en un alojamiento del que solo salimos en dos breves
ocasiones! ¿Y de dónde ha podido sacarlas Amor Towles? En una entrevista
aseguraba que en sucesivas estancias en un hotel suizo se familiarizó con
muchas de las caras que deambulaban por el hall año tras año. A partir de ahí
surgió su novela.
Amor Towles me ha me ha hechizado con su texto conduciéndome por
un mundo de realidad y de ficción, lleno de atractivo y emoción.
Gracias Mercedes por tu compañía en La Cena del Libro y por tus comentarios. He tomado tu escrito prestado.
ResponderEliminarMuchas gracias