2020
[…] y me
dirigí al lavabo del fondo, el pequeño. Esa es la irrisoria y única razón por
la que ahora estoy vivo: mis ganas de hacer pis.
Cuando leí esto en
la segunda página de Rewind sentí un
extraño vértigo, porque siempre me ha cautivado la idea de que una decisión
aparentemente insignificante, como esta que se plasma en el libro, pueda hacerse
determinante para la vida de una persona. La realidad muchas veces no te deja comprobar
la fragilidad de la existencia; sin embargo, la literatura sí te permite husmear,
desmenuzar, examinar un camino vital como si estuviéramos en un laboratorio.
Juan Tallón, el
autor, hurga y nos hace hurgar en el equilibrio inestable en el que se organiza
una vida, que en unas décimas de segundo puede desbaratarse, porque se halla siempre
cosida con un hilo finísimo, que en cualquier momento puede quebrarse.
Dividida en seis
partes, Rewind va exhibiendo las atroces
consecuencias de la explosión en un piso de la rue Romarin de Lyon. Allí vivían
cuatro estudiantes de distintas nacionalidades europeas.
En la primera
parte Paul, uno de los inquilinos, nos
narra su experiencia en el momento de la explosión, cuando el azar lo colocó
alejado del epicentro del infortunio.
Meé y entonces ya no tuve ocasión de nada más. Me cuesta
recordar con precisión ese instante, cuando todo se desintegró y se volvió
irreal.
El testimonio de Paul
inocula desazón en el lector, nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad. Qué
bien queda plasmada en el texto la atmósfera irreal de ese momento: el silencio
lastimoso, la honda oscuridad y la noción de tiempo rota.
La novela podría
haber sido el relato de un instante, un instante cegador, como cuando te
deslumbran con una potente luz y tienes que esperar minutos hasta recolocar el
escenario que tienes enfrente.
Pero Tallón ha
querido ir más allá, ha querido mostrar todo lo que las familias y amigos de
los jóvenes han padecido. Cuando, no hacía falta, te lo puedes imaginar aunque
no lo hayas sufrido o no lo hayas visto soportar a otros.
En los siguientes fragmentos, pues, Tallón descubre
las revelaciones del padre de Emma, otra de las ocupantes de la casa; de la
quiosquera amiga de los jóvenes; de Gianna, hermana de Luca, el estudiante
italiano; de Violette, la médica que acudió la primera al siniestro. Y termina
la serie con una nueva intervención de Paul, del otro Paul, el que había surgido
tras la catástrofe.
Cada una de esas
manifestaciones son muestras de la pérdida, del desamparo y de la devastación
que la explosión ha sembrado en víctimas y allegados. Todo bastante previsible,
en alguna ocasión pueden incluso resultar excesivo.
Precisamente la
previsibilidad resta fuerza a ese primer impacto que produce un hecho tan
brutal y tan injusto.
Yo me quedaría con
el primero y con el último con Paul como protagonista.
Es llamativo cómo, en aquellos instantes, tan dramáticos,
no me pregunté ni durante un segundo qué había pasado. Ni se me ocurrió.
Tras esta confesión
del muchacho, me doy cuenta que a mí tampoco se me había ocurrido pensar qué o
quién había causado aquello. Sin embargo Tallón se ha empeñado en hacerlo.
Entonces, sobre las páginas de esta novela proyecta un segundo relato, el del
terrorismo islámico, que se yergue como responsable. Podría haber prescindido
de esos retazos narrativos que van dibujando la autoría porque restan intensidad
a Rewind.
Lo entero se convirtió en roto, lo
grande en minúsculo, lo pequeño en inexistente, lo importante en pérdida, los
recuerdos en polvo, el futuro en pasado.
El
relato podría haberse quedado ahí, en esa espiral que se tragó a Paul, que lo regurgitó
más tarde como alguien distinto.
Tallón
ha acumulado eventos, y con eso ha quitado fuerza al impacto, a la conmoción del
hecho primero, tan demoledor.
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