Esta novela aparece precedida por unas breves notas de su creadora, Nina Berbérova. En ellas desvela que La acompañante recoge las memorias de una ignorada y anodina pianista rusa, encontradas dormidas en un cuaderno forrado de hule que alguien localizó en una chamarilería de París. Ese alguien,
ruso también, las leyó, sin reconocer a la autora. Se las pasó entonces a Berbérova,
nacida en San Petesburgo en 1901 y exiliada en París en los años veinte. Antes
de reproducirlas, ella asegura que cambió algunos detalles porque comprendió que muchos de sus conciudadanos,
desterrados también en la capital francesa, en algún momento, sin duda, habrían
visto, oído o conocido a aquella mujer. Asegura que una muerte súbita tuvo
que ser la causa por la que aquel escrito no fue arrojado al fuego. El
cuaderno forrado de hule llevaba tiempo guardado en un armario polvoriento y
contenía una vida que no importaba a nadie.
“(…) esa mujer olvidó este cuaderno como el
pasajero que olvida un paquete al saltar de un tren en marcha.” Y Sonia,
en medio de un tono general mustio y conformista, va sembrando de gritos su
diario: contra Dios que no las ha hecho semejantes; perversa y retorcida, hinchada
de rencor, rabia y dolor. Todos los personajes del libro, como sin duda la propia Berbérova, se han visto azotados por los acontecimientos que les ha tocado vivir. Pero mientras unos han peleado, otros se han metido en su escondrijo vital. Berbérova nos muestra sus simpatías por los primeros. ¿Peleó
Sónechka lo bastante para ganar la
aceptación de los demás o solo supo llorar? |
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