“Engoncée dans sa parka polaire, l’inspecteur Oyun
essayait de comprendre l’empilement de choses. Elle s’était accroupie dans la
neige qui crissait et s’était penchée pour mieux voir. Le froid lui tailladait
les pupilles et l’air glacé lui griffait les sinus à chaque inspiration.
C’était comme respirer des brisures de verre. Autour d’elle un autre terrible
dzüüd vitrifiait la steppe immaculée.
“Embutida en su parka polar, la inspectora Oyun intentaba descifrar aquel apilamiento
de cosas. Se había agachado sobre la nieve que crujía para mirar más de
cerca. El frío le hendía las pupilas y el aire helado le arañaba la nariz por
dentro con cada inspiración. Era como respirar astillas de cristal. A su
alrededor otro terrible dzud
vitrificaba la estepa inmaculada.”
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En
este inhóspito vacío helado se abren Les
temps sauvages (2016) que Salamandra convirtió en Tiempos salvajes en 2017.
Oyun es la ayudante del comisario Yeruldelgger, ambos
pertenecen a la sección criminal de la policía de Oulán Bator, capital de
Mongolia.
El
origen del suceso se encuentra en ese “apilamiento”, que era “un pequeño
montículo de cadáveres”: la única protuberancia en la planicie de la estepa en
kilómetros a la redonda. Una potente
imagen, difícil de interpretar, catapulta la novela: en un amasijo helado
una hembra de yak, como procedente del cielo, se encuentra incrustada sobre
otros dos cadáveres, los de un caballo y su jinete, del que solo se distingue
una pierna que aún conserva su bota.
Dzud es un término mongol que se refiere al fenómeno de
inviernos fríos y duros seguidos de veranos muy secos y calurosos. Sucede
periódicamente en esta zona, pero se están volviendo cada vez más frecuentes y
crueles. Algunos lo han empezado a denominar “la nueva pesadilla del cambio
climático”. Los rebaños quedan diezmados por las inclemencias del tiempo; esto
acarrea grandes repercusiones en un país de nómadas que viven de sus animales,
sin ellos se verán forzados a emigrar a la capital donde escasean las
oportunidades para salir adelante.
Y
ahí quedan plasmados los dos grandes
activos de esta novela negra: el propio caso policial y una incursión en este
exótico país.
Es
cierto que su autor, Ian Manook, no se
va a limitar a crear una trama detectivesca sino que se adentra también en el
tejido social y político de un país poco conocido, con una baja densidad de
población, una naturaleza de extremos y un pueblo hospitalario que debe romper
con su pasado caduco e incorporarse a los tiempos modernos. Oulan Bator
representa la otra Mongolia, un moderno centro económico, que se contrapone a la
tradición de los nómadas que continúan viviendo en sus yurtas junto a sus
animales en contacto con la naturaleza.
Esta
obra es un ejemplo claro de que la
novela negra se ha convertido en un género militante que mira y nos hace mirar el
mundo que nos rodea y que, en general, recrea una parte oscura de la sociedad y
del alma humana escondidas tras un caso detectivesco.
Pero
este autor ni se llama Ian Manouk ni procede de esas lejanas tierras, es
francés y su verdadero nombre es Patrick
Manoukian. Y nos regala una expedición al viejo país mongol,
entrecruzándose de nuevo el género negro
y el de viajes.
Hay mucho más (resulta difícil a veces digerir tanta información):
un ejército corrupto; tráfico de personas y dinero; intrigas políticas; la
desolación postsoviética al sur de la frontera rusa; un salto a Le Havre con la
intervención de un policía francés y un periodista galo; descripciones del arte
culinario francés y el mongol; servicios secretos ligando el espionaje con los
intereses económicos; sueños y leyendas del país del añorado Gengis Kan;
enfrentamientos crueles entre hombres y de estos con lobos…
Y
en medio de todo esto el investigador Yeruldelgger:
sarcástico, atormentado, suertudo, salvaje, inteligente, perspicaz, invencible…,
todo un superhéroe.
En
cierta ocasión, la inspectora Oyun, que corre en una persecución ardorosa por
el hall de un hotel arrollando maletas y grupos de turistas, tropieza con una
mesa donde se exhibe la maqueta de una yurta tradicional que queda destrozada. Una imagen perfecta de los dos países que
se muestran entre estas páginas llenas de acción: la vieja Mongolia atropellada
por la nueva.
Interesante tu reseña: hace atractivo leer el libro.
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