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viernes, 21 de octubre de 2022

Una historia ridícula

 


Desde esta orilla, en un primer vistazo, Marcial se adivina como un hombre antipático, como un hombre ridículo. Aunque si cruzas al otro lado y miras más de cerca, se reconoce que su hechura procede del trabajo de existir, y que hay mucho de su ridículo en todos nosotros.

Quizás esta sea la causa por la que este libro me quemaba en las manos mientras lo leía, sentía rechazo por este hombre.

Este libro trata sobre entresijos del vivir, sobre mezquindades que provocamos y padecemos.

Landero le aplica una lente de aumento a lo que somos, airea rincones que pueblan nuestras vidas y que dejamos siempre tapados, alejados de la vista.

Preferimos unas relaciones y unas vivencias teatralizadas, construidas de  relumbrón y apariencia, donde aparezcamos desenvueltos, inteligentes, seguros de nosotros. Donde aparezca solo la nata.

Creemos ser una pieza con una forma específica, pero somos los que los demás quieren, porque son los otros los que nos hacen y deshacen, como afirma Marcial. Que en algún momento salta de un hombre con una visión trágica de la vida a un individuo personaje de sainete. Así se siente.

Invitado por el doctor Gómez, Marcial va a contar la historia de su enamoramiento, enredándola con su pasado, su presente, su familia; su filosofía de vida. Busca el amor, como todos, pero lo busca con gafas de pretensión y tozudez.

Marcial escribe, confiesa sus extravagantes devaneos mentales. Las burlas escolares que sufrió lo convirtieron en una criatura atiborrada de resentimiento y en un adulto intransigente y desmesurado. Lo malo es cuando encontramos en él algunas conductas que nos resultan familiares, que reconocemos en nosotros, y nos resultan  desdeñables y hasta un algo bochornosas.

Stendhal explicaba la novela realista como un espejo que se pasea por un ancho camino, aquí Landero reorganiza el género y ha vuelto el espejo hacia el interior de los hombres que transitan ese camino, incluido él mismo. Nos vemos reflejados en ese cristal que a veces es algo turbio y no nos gusta.

El testimonio de Marcial es un instrumento que usa el escritor para contar historias, para relatar anécdotas, para reflexionar; para polemizar porque ya ha vivido lo suficiente como para conocer el alma humana.

Landero disfruta perdiéndose entre palabras, cuentos y anécdotas. Siente apego por relatar, inventar, abstraerse, imaginar, elucubrar. El enamoramiento que refiere Marcial le da una excusa para hacerlo.

El molde que utiliza en su escritura se nutre de nuestro gigantesco universo literario y acude tanto a manifestaciones orales como escritas. Seguro que tiene presente lo que leyó, lo que estudió y, por supuesto, lo que le contaron, en sus primeros años sobre todo.

Es como si Landero rebuscara en un baúl infinito en el que todo cabe, del que brotan sorpresas cuando se levanta su tapa. Y él sabe muy bien destapar ese arcón.

Rompe los límites entre lectores y escritor, nosotros estamos integrados en el texto, el narrador nos interpela constantemente.

Marcial asegura que no tiene mucha ciencia escribir sobre uno mismo, sobre la filosofía que nos sustenta. Es Landero el que habla, porque eso es lo que él está haciendo en estas páginas.

Cuando el personaje asegura que es difícil escribir sobre sentimientos porque no se dejan domar por las palabras, o cuando sostiene que es difícil escribir sin que el pensamiento se desparrame y uno no consiga ponerle freno; sin duda estamos escuchando al escritor Luis Landero. Lo mismo que lo veo detrás de la idea de que es difícil poner orden en los recuerdos “porque al pronto se me agolpan en la puerta de la memoria queriendo salir todos en estampida y de una vez.” Dice el autor por boca del personaje. Entre ellos las fronteras también se han diluido.

Amasa las historias del libro con un humor que más que risa da sonrojo, da tristeza.

Reconozco al Landero creador y a la persona que están detrás de estas páginas, un hombre que ya ha alcanzado cierta edad. En la novela Marcial repite eso de “a estas alturas de la vida”, otra vez es Landero el que le presta sus palabras.

Landero crea la novela charla, construida desde el sosiego, desde la maestría, desde la rabia también.

 

 

 

 

 




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