Desde
esta orilla, en un primer vistazo, Marcial se adivina como un hombre antipático,
como un hombre ridículo. Aunque si cruzas al otro lado y miras más de cerca, se
reconoce que su hechura procede del trabajo de existir, y que hay mucho de su
ridículo en todos nosotros.
Quizás esta sea la causa por la que este libro me quemaba
en las manos mientras lo leía, sentía rechazo por este hombre.
Este
libro trata sobre entresijos del vivir, sobre mezquindades que provocamos y
padecemos.
Landero le aplica una lente de aumento a lo que somos,
airea rincones que pueblan nuestras vidas y que dejamos siempre tapados,
alejados de la vista.
Preferimos unas relaciones y unas vivencias teatralizadas,
construidas de relumbrón y apariencia,
donde aparezcamos desenvueltos, inteligentes, seguros de nosotros. Donde
aparezca solo la nata.
Creemos ser una pieza con una forma específica, pero
somos los que los demás quieren, porque son
los otros los que nos hacen y deshacen, como afirma Marcial. Que en algún
momento salta de un hombre con una visión trágica de la vida a un individuo
personaje de sainete. Así se siente.
Invitado
por el doctor Gómez, Marcial va a contar la historia de su enamoramiento,
enredándola con su pasado, su presente, su familia; su filosofía de vida. Busca
el amor, como todos, pero lo busca con gafas de pretensión y tozudez.
Marcial escribe, confiesa sus extravagantes devaneos
mentales. Las burlas escolares que sufrió lo convirtieron en una criatura
atiborrada de resentimiento y en un adulto intransigente y desmesurado. Lo malo
es cuando encontramos en él algunas
conductas que nos resultan familiares, que reconocemos en nosotros, y nos
resultan desdeñables y hasta un algo
bochornosas.
Stendhal
explicaba la novela realista como un espejo que se pasea por un ancho camino,
aquí Landero reorganiza el género y ha vuelto el espejo hacia el interior de
los hombres que transitan ese camino, incluido él mismo. Nos
vemos reflejados en ese cristal que a veces es algo turbio y no nos gusta.
El testimonio de Marcial es un instrumento que usa el escritor para
contar historias, para relatar anécdotas, para reflexionar; para polemizar porque
ya ha vivido lo suficiente como para conocer el alma humana.
Landero disfruta perdiéndose
entre palabras, cuentos y anécdotas. Siente apego por relatar, inventar,
abstraerse, imaginar, elucubrar. El enamoramiento que refiere Marcial le da una
excusa para hacerlo.
El
molde que utiliza en su escritura se nutre de nuestro gigantesco
universo literario y acude tanto a manifestaciones orales como escritas. Seguro
que tiene presente lo que leyó, lo que estudió y, por supuesto, lo que le
contaron, en sus primeros años sobre todo.
Es como si Landero rebuscara en un baúl infinito en el que todo cabe,
del que brotan sorpresas cuando se levanta su tapa. Y él sabe muy bien destapar ese arcón.
Rompe los límites entre lectores y escritor, nosotros
estamos integrados en el texto, el narrador nos interpela constantemente.
Marcial asegura que no tiene mucha ciencia escribir sobre
uno mismo, sobre la filosofía que nos sustenta. Es Landero el que habla, porque eso es lo que él está haciendo en
estas páginas.
Cuando el personaje asegura que es difícil escribir sobre
sentimientos porque no se dejan domar por las palabras, o cuando sostiene que
es difícil escribir sin que el pensamiento se desparrame y uno no consiga
ponerle freno; sin duda estamos
escuchando al escritor Luis Landero. Lo mismo que lo veo detrás de la idea
de que es difícil poner orden en los recuerdos “porque al pronto se me agolpan en
la puerta de la memoria queriendo salir todos en estampida y de una vez.”
Dice el autor por boca del personaje. Entre ellos las fronteras también se han
diluido.
Amasa las historias del libro con un humor que más que risa da sonrojo, da tristeza.
Reconozco al Landero creador y a la persona que están detrás
de estas páginas, un hombre que ya ha alcanzado cierta edad. En la novela
Marcial repite eso de “a estas alturas de la vida”, otra
vez es Landero el que le presta sus palabras.
Landero
crea la novela charla, construida desde el sosiego, desde la maestría, desde la
rabia también.
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