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sábado, 1 de mayo de 2021

Corazón de Ulises

 



En una de las primeras páginas, Reverte compara los perfiles geográficos de Grecia con un corazón reventado.

Esos mismos contornos me sugieren los diminutos fragmentos secos que se esparcen cuando se ventea un diente de león. Y sugieren también una bandera que ondea rota, desgobernada, deshilachada, derrotada.

Las dos imágenes evocan el mundo griego clásico. Por un lado, derramó su alma por el Mediterráneo como gotas de luz;  por el otro, este pueblo desperdició demasiado tiempo y energía combatiendo.

Reverte describe en este libro, un clásico de la literatura de viajes, el periplo que realizó, a finales de los noventa, tras las huellas del alma griega. Viajó  solo, recorriendo el Peloponeso, islas del  mar Egeo, las costas occidentales de Turquía; para terminar en Alejandría: territorios que los antiguos griegos iluminaron y atropellaron.

“El hombre griego intentó integrar los saberes, llegar a ser un hombre total, organizar el caos fragmentado bajo la unidad de la luz del pensamiento.” Estas ideas, que Reverte resume, se esparcieron por el Mediterráneo y se fueron depositando en sus orillas. Hoy somos hijos de aquellas semillas.

Aunque también son griegas las luchas fratricidas entre las distintas ciudades estados, buscando la hegemonía. Más difícil de comprender sin pensamos que las polis compartían cultura, religión y hasta idioma.

Porque todos procedían de una misma cepa. Los primitivos griegos fueron hijos de una larga emigración que procedía del norte. A lo largo del tiempo los diversos espacios de tierra perduran, los hombres y las mujeres se mueven desde ellos y hacia ellos en un movimiento natural, o provocado por variadas circunstancias. Hoy seguimos siendo testigos de tales desplazamientos. Emigración y mezcla: esos somos.

Homero también mezcló: se sirvió de la tradición para crear a Ulises. El relato del héroe aventurero, que vuelve a casa después de mucho tiempo, existía en otras culturas y otras épocas. El autor griego tomó la herencia recibida y la remodeló al trenzarla con sus aportaciones. Es lo mismo que harán todas las literaturas. Por eso hemos ido encontrando resonancias de autores y obras a lo largo de tantos siglos de letras. La relevancia reside en ensanchar un poco más lo que recibimos.

Y aunque parezca un lugar común, es completamente cierto que una manera de ensanchar nuestro universo es con el viaje, leyendo a Reverte aprendemos a viajar más despacio, y también improvisando: «Se llega más lejos cuando no se sabe muy bien adónde se va», dice él.  Nos inicia en  viajes a lugares espectaculares y a sitios menos vistosos, pero quizás más repletos de energía. Nos muestra cómo hay que leer en todo lo que vemos cuando recorremos cualquier camino.

El azar ha querido que entre mis últimas lecturas haya habido unos cuantos libros con Grecia como asunto, y Hélade se ha reavivado en mí.

Reverte dice esto en el epílogo del libro: “…mientras otros pueblos han conquistado grandes territorios del mundo a lo largo de la Historia, ellos conquistaron algo mejor: nuestras mentes y nuestros corazones. Nos enseñaron a reír, a reflexionar y a llorar.”




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