Una
mujer joven, de origen marroquí, retrata un periodo complicado de su vida. Con
la escritura hurga en el tiempo que se abre desde su adolescencia hasta la madurez. Vive en la periferia barcelonesa con su
familia. Hasta allí emigraron todos desde el otro lado del Estrecho cuando ella
era pequeña.
Ahora, cuando tiene por encima de veinticinco años, echa
la vista atrás y desentraña en un relato cronológico sus vivencias desde que
salió de la niñez.
Un yo, Naima, la que escribe; un tú al
que se dirige; y una tercera amiga, Samira, que se enfadaba si no la llamaban
Sam.
Estas tres adolescentes han crecido
vecinas en un barrio vertical, en el extrarradio barcelonés, rodeadas de
otros inmigrantes marroquíes, que recrean allí las costumbres del país de
origen. Nadaban en un clima asfixiante.
Las tres jóvenes ven su futuro lejos de la tradición familiar, cobijan el deseo de abandonar la senda que siguieron sus
madres.
Ellas perciben otras realidades posibles, muy apartadas de las que se alojan en su entorno. Pretenden
alcanzar esos nuevos horizontes, pero el camino no va a ser sencillo. Territorios
áridos, para los que no existe una brújula. La única guía con la que cuentan
son ellas mismas, pero se equivocan en muchas de las decisiones que toman,
porque se basan en percepciones que no son reales. Los tropiezos se van a
multiplicar. Caminan a ciegas, pues no es fácil integrarse en el universo de
acogida. No lo ponemos muy fácil.
En frente, impidiéndoles quebrar la tradición está el entorno, que mantiene una estrecha vigilancia. Entre la protagonista
de esta novela y sus hermanos apenas existe relación; con el padre faltan los
lazos afectivos, solo se da una relación de dominio. Para él esposa e hija,
además de estar a su servicio, deben constituir la cara de la decencia que él
quiere que los demás vean de su familia, como ha sido siempre. Sin embargo Naima y su madre están ligadas por unos
nudos primarios, que a veces a la joven le cuesta reconocer.
Entre las primeras páginas de la novela, se lee: “Te
escribo para recuperarte pero también para recuperar a la persona que fui”.
La escritura se revela como instrumento para entenderse y para entender mundos
diferentes. La escritura aparece como sanación, como búsqueda de respuestas.
¿Es
esto lo que guía a la autora de la novela cuando escribe? Podría
ser. Najat El Hachmi, como la protagonista de su novela, también es marroquí, también llegó con su familia a
Cataluña siendo una niña. También buscaba dejar volar su yo, sin subordinación
a la tradición. Y aún hay algo más. El personaje principal de otra de sus
novelas, La hija extranjera tiene
datos vivenciales muy similares. Siendo una niña, vino del sur a vivir a
Cataluña, donde tuvo que romper barreras para desarrollarse alejada del camino
marcado por su tradición.
La temática parece recurrente, ¿está conjurando una situación
adversa que le duele?
He
observado que en muchas de las entrevistas que le hacen a la
ganadora del premio Nadal, hay demasiado
interés en sus peculiaridades biográficas, más que por la propia novela con
la que obtuvo el galardón.
La
novela dibuja vidas que se desarrollan muy cerca de nosotros, y eso tiene un
gran valor humano, porque ayuda a conocer al otro.
Lo primero que tiene que haber es respeto al que viene de
fuera, y eso muchas veces escasea. Muchos creen que los que llegan cargan un
error, y pretenden –seguro que con buenos deseos- sacarlos del entuerto; cuando
no hay tal.
Entrar en la vida de estas mujeres me enseña que en
España desde los sesenta se ha recorrido un camino que guarda similitudes con
el que muchas inmigrantes están emprendiendo ahora. Las mujeres marroquíes
inmigrantes pueden encontrar en las leyes españolas para la igualdad un gran
apoyo, pero dejar sus normas para acogerse a otras nuevas no es fácil. Hay algo
profundo que nos amarra a todos a nuestro atavismo.
Esta novela te escarba por dentro, pero además en ella encontramos literatura. Una elaborada construcción narrativa nos arrastra desde el
principio detrás de la identidad que alberga ese “tú” al que se dirige la
narradora, detrás de la relación que existe entre ambas.
Los lunes nos querrán porque “el lunes encajaremos en todos los moldes que nos proponen”.
No. Cada persona ha de labrarse su propia horma.
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