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martes, 12 de febrero de 2019

Farándula




2015
La farándula es la síntesis de faralaes y tarántula.” Sin duda una frase ingeniosa. La novela muestra talento literario. Pero  se apoya en una temática algo manida.
            Cuando el tacón de la bota de Valeria se clavó en la rendija de un respiradero en la Puerta del Sol,  Marta Sanz desplegó, como si sacudiera una sábana para estirarla sobre la cama, unas imágenes que retrataron el torbellino de ese espacio madrileño con el acierto de una gran escritora, que domina el estilo y la lengua.
Admirada, comenté con alguien ese comienzo del libro, que para mí lo colocaba alto en la órbita literaria.
“…Pero ¿te ha emocionado?” Tuve que reconocer que no.
Es un repaso, trivial diría yo, al mundo del espectáculo: actores estereotipados; la escena devorada por el capital; el poder de la televisión para convertir en fenómeno todo lo que toca…
Encerrados en esa farándula se encuentran una actriz famosa, la diva que, al final de sus días, no tiene dónde caerse muerta; un gran actor devorado por las dudas; una mujer de teatro que sabe cuándo abandonarlo porque ya no se ve en él; un intérprete al que los años han convertido en un cínico que se ha adaptado a los distintos momentos de la escena; comediantes ejemplares que aprendieron a hacer un teatro de compromiso, y hoy ya no tienen un lugar en el oficio; una joven que se sube nueva a las tablas, y combina el teatro considerado serio con un reality show televisivo que le da fama. Una crítica fácil de este producto basura, aunque sin ningún cuestionamiento conclusivo.
La novela adquiere densidad al llenarse de teatro (asistimos a un montaje en su trama: el teatro en el teatro, un recurso poco novedoso) y de cine (la obra que se ensaya y sube al escenario sigue de cerca una película clásica, Eva al desnudo, que a su vez trata sobre teatro y actores, y sobre todo de la condición humana).
Una rica forma literaria que debería haber albergado un contenido más ambicioso.



sábado, 2 de febrero de 2019

Reina Roja




Una trama bien atada, atractiva, e inquietante. Mientras lo leía ha conseguido agitar mis sueños, metiéndose entre ellos en alguna ocasión.  
Se establece a través del título un afortunado nexo de la novela con Alicia en el País de las Maravillas. Como al personaje de Lewis Carroll, Gómez-Jurado parece que deseara introducirnos en un mundo fabuloso,  poblado de personajes singulares.
En realidad este mundo no es tan  increíble, estamos en el Madrid actual. Aunque, bien pensado, sí puede ser un mundo que nos deje maravillados y desconcertados: esa urbanización exclusiva –jaulas de oro- donde se ubica algún pasaje; la riqueza de unos pocos y la fuerza que les da. Estos personajes no son quizás tan asombrosos como en Alicia. Si la descarto a ella. Antonia Scott.
“Antonia Scott sólo se permite pensar en el suicidio tres minutos al día”. Así comienza la novela. Chocante. Ella es diminuta, pero frágil solo en apariencia. Hay más: tiene un talento circense, hace cálculos y deducciones que nos están vetados a los normales. “Es el ser más inteligente del planeta”. Eso la convierte en polo de nuestra atención, como héroes clásicos que acumulan hazañas y virtudes.
Él es inspector de policía; gay. Vive con su madre en Bilbao. Es Jon y  asegura que se hizo policía para que no le hicieran daño. Y ahora está metido en un buen lío: se encuentra suspendido de empleo y sueldo; y va a unirse a Antonia en Madrid para resolver un caso. Es corpulento, “pero no está gordo”, repite en cuanto tiene ocasión. Peca de “graciosete”. Por su físico y actitud me ha recordado en algún momento al personaje de Juan Echanove en la serie de los ochenta Turno de oficio. Otro caso de maridaje entre grasa, buen corazón y gracejo. También es un buen policía, vocacional y con largos recursos.
Una historia muy trabajada; rápida, transcurre en unos pocos días; ingeniosa, muy ingeniosa; y fácil de seguir, además. Sembrada con nuevos vericuetos en forma de personajes o circunstancias que la hacen crecer hasta llevarla a un final, en cierto modo, efectista. Consigue que el interés no decaiga.
Gómez-Jurado le da voz a la victima, se nos cuelan sus miedos. Da también una nueva dimensión al malo, es también víctima.
Se entra de lleno en el conflicto desde las primeras páginas. Parece que no va a haber digresiones, pero sí, el autor no nos ahorra sus, por suerte breves, reflexiones: la falta de colaboración entre los distintos cuerpos policiales, el boom de las franquicias, la redes sociales que cambian el mundo, locales tapizados de libros que no se leen… y, sobre todo, el poder del dinero. No me suele gustar que una novela policiaca se cargue con juicios del autor. Se evidencian en el argumento, con eso sería suficiente.
Como sobran los chistes “facilones”, casi siempre en boca de Jon. 
Enredados con los hechos se van estrechando los lazos entre la extraña pareja. ¿Nos está preparando el autor para crear una saga?