2015
“La farándula es la síntesis de faralaes y
tarántula.” Sin duda una frase ingeniosa. La novela muestra talento literario.
Pero se apoya en una temática algo
manida.
Cuando
el tacón de la bota de Valeria se clavó en la rendija de un respiradero en la
Puerta del Sol, Marta Sanz desplegó,
como si sacudiera una sábana para estirarla sobre la cama, unas imágenes que
retrataron el torbellino de ese espacio madrileño con el acierto de una gran
escritora, que domina el estilo y la lengua.
Admirada, comenté
con alguien ese comienzo del libro, que para mí lo colocaba alto en la órbita
literaria.
“…Pero ¿te ha emocionado?” Tuve que reconocer que
no.
Es un repaso, trivial diría yo, al mundo del
espectáculo: actores estereotipados; la escena devorada por el capital; el
poder de la televisión para convertir en fenómeno todo lo que toca…
Encerrados en
esa farándula se encuentran una
actriz famosa, la diva que, al final de sus días, no tiene dónde caerse muerta; un gran actor devorado
por las dudas; una mujer de teatro que sabe cuándo abandonarlo porque ya no se
ve en él; un intérprete al que los años han convertido en un cínico que se ha adaptado
a los distintos momentos de la escena; comediantes ejemplares que aprendieron a
hacer un teatro de compromiso, y hoy ya no tienen un lugar en el oficio; una
joven que se sube nueva a las tablas, y combina el teatro considerado serio con
un reality show televisivo que le da
fama. Una crítica fácil de este producto basura, aunque sin ningún cuestionamiento
conclusivo.
La novela adquiere densidad al llenarse de teatro (asistimos a un montaje en su trama: el teatro en el teatro, un
recurso poco novedoso) y de cine (la
obra que se ensaya y sube al escenario sigue de cerca una película clásica, Eva
al desnudo, que a su vez
trata sobre teatro y actores, y sobre todo de la condición humana).
Una rica forma
literaria que debería haber albergado un contenido más ambicioso.