LAS
HERMANAS BUNNER
Edith Wharton
Las descripciones de Edith Wharton consiguen hacerte atravesar
la puerta de la tienda de Ann Eliza y Evelina Bunner, es muy pequeña y se sitúa en un
destartalado semisótano, en una calle tranquila, ya condenada a la decadencia,
se anuncia con un cartel en borrosas letras
de oro sobre un fondo negro. Se puede oler y hasta sentir el mundo
gastado y yermo de estas dos mujeres.
Allí
viven y allí trabajan, dentro de un breve, y solo femenino, círculo de
relaciones.
Se
quieren las hermanas por costumbre,
porque les enseñaron a quererse; como
también les enseñaron a existir sin
cuestionar nada.
Ni
una ni otra se atreve a dejar que sus sentimientos traspasen la tela de sus
vestidos.
Un
reloj llega hasta la casa en forma de regalo de cumpleaños, arrastrará con él a un
relojero que irrumpe en el universo de las dos hermanas, desbaratando su
lenta y apacible realidad.
La
tensión narrativa despega hasta robarte el aliento al final de esta breve, e
intensa, novela: me duele el cinismo
del hombre, me emociona la entrega
incondicional de Ann.
Me
sorprende que el Nueva York de
principios del siglo XX, todo energía y fuerza renovadora, pudiera albergar
estas vidas tabicadas de prejuicios:
mujeres que se sienten en la sombra porque no hay un hombre que venga a
sacarlas a la luz; que ignoraban que tenían la libertad de ser ellas mismas.
Creo
que las hermanas Bunner, con otro
nombre, podrían haber vivido en la España
de entonces, y en la de después. Aquí también había mujeres que obedecían lo
que les ordenaban las costumbres; mujeres que acallaban sus corazones
apretándolos con las dos manos.