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sábado, 20 de julio de 2019

El último barco


EL ÚLTIMO BARCO
Domingo Villar

La desaparición de una mujer origina una investigación policial. Al principio las rutinarias gestiones dan un tono lento al desarrollo de la trama: extensas descripciones pormenorizadas de lugares relacionados con la ausente, pero ningún avance.
Pero de pronto me doy cuenta que estoy inmersa en la investigación, que soy un poco el inspector Leo Caldas, que toca ser paciente y dar tiempo para resolver el enigma.  Los primeros pasos son tediosos y descorazonadores, por repetitivos e infructuosos. Durante toda la novela me ato a este inspector vigués, siguiendo todos y cada uno de sus movimientos. Veo lo que ven sus ojos, sé lo que piensa.
En el heterogéneo mundo del género policiaco cada autor busca su voz particular, la de Domingo Villar es hacerte uno con su investigador: la frustración ante el error, su rabia cuando algo es injusto, esa entrega paciente, el alivio ante un descubrimiento.
Todo sin exhibicionismos pirotécnicos, Leo Caldas es un hombre moderado y tranquilo, que hace su trabajo sin estridencias; fumando, fumando mucho.  Estévez, su ayudante aragonés, es un poco su contrapunto; resulta excesivo tanto en sus actuaciones como en su enorme físico.
Domingo Villar ha buscado el homenaje a Vigo, la ciudad donde nació y que se hace muy presente en la novela con sus calles, sus edificios, la Ría; el clima. 
A través de las entradas del diccionario que abren cada capítulo, me recuerda al inspector Kostas Jaritos. Cuando él se hallaba perdido con algún caso reflexionaba consultando definiciones de palabras que le ayudaban a pensar.
Caldas cree haber encontrado al responsable de la desaparición de Mónica Andrade y nos lo razona. Pero no es el único que tiene un sospechoso, el padre de ella también tiene uno, Camilo Cruz, cuya única culpa es que sufre una disfunción psicológica que le hace diferente: se refleja aquí, quizás, nuestro miedo al distinto.
Pero nadie podría imaginar quién es el auténtico culpable, no se descubre hasta las últimas líneas, en un final verosímil y contenido, rebosante de tensión narrativa.