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jueves, 4 de marzo de 2021

El asesinato de Sócrates

 

 

Marcos Chicot ha planificado a conciencia esta novela, ha buscado hacerla apasionante. Se ha documentado con toda atención y detenimiento sobre el siglo de Pericles y ha urdido una trama electrizante.

Al comenzar el relato, la incondicional amistad a Sócrates lleva a Querofonte al oráculo de Delfos para preguntar sobre el filósofo. Todos los griegos acudían allí al menos una vez en la vida. Eran muy dados a buscar el vaticinio antes de emprender cualquier proyecto.

Lo que Querofonte supo en el recinto sagrado abrirá una trama rebosante de acción, cuyos personajes trenzan las vidas de los grandes enemigos que eran Esparta y Atenas. Con frecuentes giros imprevistos; con hechos bien trabados y verosímiles, aunque hiperbólicos, en ocasiones; con malvados y bondadosos algo caricaturescos; con una historia de amor convertida en la urdimbre amable de esta historia.

Chicot nos deja ver todos los aspectos cotidianos de atenienses y espartanos, perfectamente integrados en la trama. Aunque en algún momento se vean las costuras que unen ficción y realidad.

Se muestra la Atenas del siglo V a. C., el de los grandes logros en  arquitectura, cerámica, medicina, escultura, pintura, literatura, democracia, filosofía. Esta Atenas tenía también su lado oscuro. Gobernada por la ambición, cayó en la ruina y llegó hasta perder su hegemonía en la zona, tras 27 años de contienda en la guerra del Peloponeso contra Esparta.

Inspirado en la lectura de Tucídides, Chicot  va realizando un fresco detallado de la guerra con todas sus tristes consecuencias.

“El avance de las falanges se convirtió en una embestida estruendosa, dos bestias inmensas rugiendo enloquecidas de rabia y pavor.”

“Por todas partes los heridos lloraban y suplicaban a gritos a los amigos y parientes que se alejaban. Quienes podían andar se lamentaban tanto como los que intentaban arrastrarse tras ellos, atormentados por abandonar a sus allegados y horrorizados por la terrible impiedad de no sepultar a los muertos.”

Ver imágenes de guerra sobrecoge, leerlas aún más.

Marcos Chicot recrea para nosotros la vida y la muerte en la Grecia más brillante. Nos ha permitido ver más allá de lo que nos enseñaban en las aulas. Ha abierto una brecha en  los muros de los libros escolares y nos ha mostrado lo que había detrás de aquellas solemnes piedras; personas que amaban, conspiraban, lloraban, sufrían, anhelaban, creaban, trabajaban, pensaban…

La primera sorpresa es encontrar a Sócrates en medio del asedio a la ciudad de Potidea. ¿Entonces, no era Sócrates ese señor de cara regordeta, barbas y entradas que nos muestra una estatua en el British Museum? ¿Estuvo en el campo de batalla con todos los pertrechos? ¿No se dedicaba a enseñar a pensar entre las piedras atenienses? Pues sí, era él. El gran filósofo, como todos los ciudadanos atenienses, era un ciudadano soldado. Luchaba en el ejército cuando lo llamaban a filas además de gestionar su actividad cotidiana, que era enseñar a pensar.  Además de un filósofo era también un hombre, que quería a sus amigos, que sufría por problemas económicos, que amaba a su mujer, que tenía hijos…

Chicot ha bajado del pedestal a la gran figura y la ha hecho de piel y huesos.

Y como a él a muchos otros. Entre estas páginas corren llenos de vida: Hipócrates, Demóstenes, Eurípides, Pericles, Platón, Fidias, Aristófanes, Mirón y tantos y tantos… Por un momento han escapado de la cárcel de las enciclopedias. Hay que lamentar que no hubiera ninguna mujer entre los ilustres, la condición femenina en esa época quedaba relegada al papel de madre y cuidadora de la casa.

El título, El asesinato de Sócrates, es muy significativo, Marcos Chicot nos muestra el pensamiento de Sócrates, quiere también que conozcamos el mundo donde nació su filosofía. Pero el molde que utiliza es el de una novela de intriga, perfectamente planificada para entusiasmar al lector. Es una manifiesta declaración de intenciones del escritor, artesano de las letras. Ha reunido cientos de piezas, las ha limado a conciencia y las ha unido. Se notan las juntas.




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