2018
María Fernanda
Ampuero. Ecuador. 1976
La literatura es
mi vehículo para gritar, aseguraba la autora en la prensa
recientemente.
En Pelea de gallos María Fernanda Ampuero nos
lanza a la cara una realidad que duele,
y ante la que el lector no se va a quedar indiferente. La autora busca que nos
despertemos, que reaccionemos ante el abuso de poder, el abuso de fuerza, la
hipocresía social, el clasismo, la superchería, el machismo, el desprecio del
diferente…
Ha dado voz a los que casi nunca tienen
voz. Ha
rebuscado entre los escombros vivenciales que tenemos más cerca. Y ha
encontrado muchos pedazos de almas.
La
autora ecuatoriana descubre detrás de un mundo de luz las sombras más negras.
Al leer comprendemos que hay que abrir puertas y ventanas para que entre el
aire y se lleve las miasmas.
“Uno ve gente
y no sabe lo que ha pasado detrás de la puerta de su casa.” Leemos en
uno de los cuentos.
Una
escritura certera, donde nada sobra, donde sentimos la fuerza de esta mujer
reivindicativa.
13 cuentos.
¿Hasta dónde tiene que llegar una mujer
para impedir que la vendan a unos depredadores sexuales?
¿Qué brazos cobijarán a esas niñas que
nunca tienen a sus padres con ellas, él porque trabaja, ella porque se pasa el
día fuera jugando naipes?
Debajo de una tarta de cumpleaños con la
cara de Mickey se
puede esconder todo el dolor de un alma herida
y toda la hipocresía de un vecindario.
Un
pobre monstruo abrasado por el napalm
y una pobre niña abrasada por un amor a
otra niña.
¿Cómo
puede la familia preocuparse tanto del alimento físico y tan poco del
espiritual?
Se cierra la persiana, hay que ocultar a
los niños que buscan el amor donde pueden, porque no lo encuentran en donde
debe estar.
¿Puede
la superstición acallar pobres conciencias?
Una
mujer despreciada, tratada como un perro, por un embaucador de conciencias.
“Nos
quedamos solas, hermana mía, más que solas: sin un hombre en casa, y tendríamos
que estar tiritando como cachorros de
perra muerta”. Pero lo mejor es que no lo están, por primera vez dirigen sus vidas.
Ali murió dos veces: la primera fue lenta, mientras su
padre abusaba cruelmente de ella.
El chismorreo: “(…) no hablar de los demás significa tener que hablar de una misma(…)”.
¿Hasta
dónde puede llevarte la soledad en un paraíso?
Y…
Un grito de SE ACABÓ en el último cuento. Un grito de esperanza.
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