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viernes, 20 de septiembre de 2019

...Que de lejos parecen moscas


…Que de lejos parecen moscas
 Kike Ferrari
  


Esto es una novela negra; aunque escaseen las características más representativas del género. Nos encontramos con un cadáver, sí; pero su descubrimiento no inicia ninguna investigación; a nadie parece importarle este cuerpo. Es como si el argentino Ferrari quisiera mostrar un país insensibilizado hacia la muerte después de la dictadura. La única policía que aparece no investiga, se lucra con deshonestidad. Sin embargo tiene un tinte negro, pues se mueve en las aguas muy oscuras de la corrupción, del engaño, de la falsedad, de la traición y de la vulgaridad.

El protagonista, el señor Machi, aparece como un individuo sin escrúpulos, que nunca dudó en aniquilar a cualquiera que obstruyese su camino. El régimen totalitario se nutrió de estos tipos amorales, que convirtieron en víctimas a muchos de sus conciudadanos. Estos son los que de lejos parecen moscas, aunque en el libro a lo que alude el curioso título es a los pedacitos que quedan de una lapicera cuando un camión la aplasta.

El señor Machi tras una de sus habituales noches de sexo y drogas se dispone a volver al hogar familiar en el coche de ofensiva opulencia que posee. Solo unos pocos kilómetros y sufre un pinchazo. Al abrir el maletero descubre un cadáver, está sujeto al propio vehículo con unas esposas de peluche rosas que el señor Machi usa en sus juegos amorosos. Allí comienza su calvario cuando inicia una carrera angustiosa y sofocante para deshacerse de ese muerto molesto.

                Ese cadáver va a arrastrar al protagonista al infierno de la duda. ¿Quién pudo ponerlo allí, y de aquella manera? Muchos han podido hacerlo, porque muchos son los que tienen motivo para odiar a Machi. Van cayendo sobre él pesados como losas. Ferrari los va insertando en la obra con un estilo muy personal, en el que obliga al lector, colaborador activo, a indagar y a reconstruir la historia de este arribista infame.

            Se reconoce en este texto un eco de aquel el infierno son los otros de Jean Paul Sartre: la literatura no pertenece a una época o a un autor, es como una corriente subterránea que brota y vuelve a brotar.

Nos encontramos una escritura sin adorno, las palabras son certeras, como los puñales que arroja el artista para dibujar la silueta de un cuerpo en un espectáculo de circo, con anticipaciones que consiguen mantener un alto grado de tensión narrativa.

Lo peor está por llegar: el autor consigue que el ahogo y angustia se apoderen del que lee.
                                                                                     

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